JESÚS Y LA MUJER SAMARITANA

PARTE - 2


Sobreedificando sobre el fundamento Cristo


Como os decía en la reunión anterior, el caso de la mujer samaritana, nos da la oportunidad de analizar como se comportó Jesús frente a las personas culturalmente señaladas y mofadas, socialmente despreciadas, a las personas moralmente censuradas por el dedo de la religión y de la sociedad de esos días. Nos da la oportunidad de observar, como nuestro Padre en los días de su carne, trató y elevó a las personas sicológicamente perturbada en su diario vivir por causa de sus problemas personales, para obtener la enseñanza revelada, para que nuestro comportamiento o proceder sea alimentado para nuestro bienestar de igual manera.

  Hoy, nuestra sociedad, tanto religiosa, social, económica como política, se caracteriza porque le han hecho creer a las personas que quien tiene el mayor poder para gobernar a una nación o como pretenden algunos al mundo; que quienes tienen el capital económico para dirigir la economía del resto de las gentes; que quienes viven en un nivel que dicta las pautas del estilo de vida, y quienes poseen la posición eclesiástica o religiosa para dirigir supuestamente espiritual y moralmente a los demás, son los líderes del mundo. Pero todos esos que sustentan esa teoría y se atrincheran en esas posiciones que parecen buenas para la carne o alma humana, amados míos, por no tener el Espíritu de Cristo morando en ellos, son incapaces de gobernarse a sí mismos.

  Una gran mayoría de esos supuestos líderes realizan con gran habilidad, sagacidad, astucia y profesionalidad, pero para los que tenemos ojos para ver y oídos para oír,  sabemos que la mayor parte de las veces que su tarea para construir la sociedad en que vivimos es mera superficialidad.

  Algunos construyen profunda o superficialmente, algunos son cerrados y otros abiertos en sus intenciones y agendas guardadas para satisfacer un ego que a veces es flexible y otras veces inflexible. Digo esto amados, porque el problema del hombre natural, ya sea socioeconómico, psíquico, político o religioso, tiene una gran dificultad que saltar. Sí amados, tiene un obstáculo muy alto que saltar, tiene una cárcel con unos barrotes de esclavitud muy fuerte que romper: la esclavitud o dictadura del prejuicio en todas sus direcciones.

  Como muy saben los siquiatras y sicólogos, todas las acciones del hombre natural o animal, están íntimamente ligadas con el pensamiento. Por eso os dije anteriormente que como tenemos el pensamiento de Cristo, analizaríamos este asunto desde esa mente. Todos los animales de la creación natural de este orden visible y temporero responden a estímulos y en el caso del hombre, de esos estímulos hace automáticamente la construcción de pensamientos y escribe el libro de donde lee su memoria.

  Veamos un ejemplo de lo que quiero decir: Digamos que una persona se enfrenta a una experiencia o comportamiento con otra persona, usa su memoria y produce unos conceptos de esa experiencia que podemos llamar prejuicio. Creo que es innecesario ir al diccionario en este momento a buscar el significado de la palabra prejuicio. Sabemos que es una palabra compuesta de un prefijo, que en este caso es: “pre”, que significa antes de y la palabra juicio, que significa juzgar o tomar una posición con respecto a algo.

  Es interesante amados, pero en griego la palabra “juicio” se escribe: “krisis”. Sabemos lo que sucede a una persona cuando tiene una crisis, sus pensamientos no son los más adecuados. Por eso amados: NO juzguéis o hagáis crisis, porque en esa misma medidas tendréis crisis y se os añadirá, como decía Jesús en los días de su carne, según registra su biografía escrita por Mateo 7:1. Pues eso es lo que hacemos cuando preenjuiciamos el comportamiento de los demás. Por eso consideramos desde la base relativa en que hemos sido programados, las cosas como: feas o bonitas, morales o inmorales, correctas o incorrectas, adecuadas o inadecuadas, etc., etc.

  Como conocen los estudiosos de la conducta y comportamiento humano, cuando prejuzgamos a alguien, es porque la memoria genera un preconcepto que es inevitable, que es necesario, pero que debe ser actualizado en su información para evitar vivir esclavo de ese preconcepto contra quien lo hemos hecho. Nuestras ideas deben ser renovadas constantemente para actualizar la información de la memoria que nos sirve de referencia.

  Hay un dicho de nuestro jíbaro, lo que en otros países llaman campesino, llanero, guajiro, etc., que dice: “Uno es esclavo de lo que piensa...” Eso es una gran verdad mis amados, porque por medio del prejuicio encarcelamos el pensamiento y en esa prisión entonces engendramos seudo verdades que van desde cierta tolerancia hasta el límite de la intolerancia más radical. Por eso es que cuando el hombre actúa bajo el manto del prejuicio viola los derechos de los demás, pero es que ya violó los de sí mismo primero, por eso el fruto de su carne o alma ya muerta en Cristo se muestra agresivo, autoritario, desconsiderado, crítico negativo o desvalorizador del prójimo, intolerante, en adición a los otros atributos que menciona por doquier el apóstol Pablo. Pues ese prejuicio que sufre una persona individualmente puede ser efectuado colectivamente. De hecho, eso es lo que sucedió en la naturaleza carne o alma Adán, que pasó esa naturaleza destruidora en este orden visible colectivamente a todos.

  Pero veamos como manejó Jesús Cristo en los días de su carne a los demás, porque al leer todas sus biografías podemos observar que él era totalmente tolerante, sin prejuicio, comprensivo, valorizador del ser humano independientemente de su condición social o moral, etc., etc. Vemos que Jesús era abierto y receptivo a las personas, que no clasificaba ni por raza ni por condiciones económicas, sociales, políticas ni religiosas, aunque sí, por la verdad desenmascaró al sistema religioso imperante que se enseñoreaba de las gentes en esos días. En ciertos momentos no pudo atender a ciertas personas por causas de su ministerio en lo primero, en la carne, cosas que fueron abiertas para todos y ahora disfrutamos en el Espíritu o verdadera creación manifestada en lo visible.

  En cambio, los fariseos, escribas, saduceos, herodianos, el sanedrín o junta de gobierno religiosa judía y el sumo sacerdote de la ley, los llamados príncipes de ese viejo mundo ya extinto, eran especialistas en la esclavitud del prejuicio, fundamentado en el pretexto de ser ellos guardadores de la ley de Moisés, el Dios de ese mundo, ley que administraban y aplicaban erróneamente. Las seudos verdades que ellos pretendían estrujar ante la cara de los demás, como si fueran las verdades de Dios, fueron todas probadas erróneas cuando fueron comparadas a las enseñanzas de Jesús.

  El sistema religioso judío era rígido e inflexible, conforme a los dogmas que ellos incorrectamente administraban, ya que como Jesús les dijo y registra su biografía escrita por Mateo 23:4, ellos imponían carga pesadas a los demás que ellos mismos no cumplían. Los religiosos judíos de los días de Jesús creían que el mundo de Dios tenía como fronteras los límites de la religión de ellos, desconocían la revelación de las promesas dadas a Abraham, registradas en el libro de Génesis 12:2-3, donde se le prometió a Abraham que en su simiente, la cual es Jesús Cristo, serían bendecidas todas las familias de la tierra, promesa que ahora conocemos, gracias a que fue muy claramente revelada por el apóstol Pablo en la carta a los Gálatas 3:9, 16. Ellos desconocían que los llamados gentiles en cuanto a la carne eran también herederos de Cristo, miembros de la familia de Dios, como revela el apóstol Pablo en la Carta a los Efesios 2:19.

  El club exclusivo de la religión de los días de Jesús, vivía encerrado detrás de los barrotes del prejuicio contra los pobres, los huérfanos, las viudas, los gentiles o extranjeros, los que consideraban insignificantes delante de ellos, de los llamados inmorales, los de raza o grupos étnicos diferentes, etc. Amados, a que se os parece todo esto que os acabo de decir con lo que está sucediendo en estos días. El cuerpo de Cristo que somos todos nosotros los que formamos la Iglesia o cuerpo de Cristo en la tierra, está llamado a realizar la misma labor que la cabeza, sólo que no tiene que pasar por los sufrimientos de la cabeza, porque ya la cabeza de nosotros como cuerpo que es Cristo, ya venció para nosotros.

  Ese sistema religioso judío era rígido, era intolerante, era estricto y cerrado en su manera de pensar, en su forma de prejuzgar a los demás. Por eso tenían un velo puesto al interpretar a Moisés, por eso no conocieron al autor de la vida cuando se presentó delante de ellos como revela el apóstol Pablo en la 1ra carta a los Corintios 2:8. Así se lo profetizó Moisés, el dios de su mundo de la ley o antiguo pacto, cuando le profetizó que serían destruidos porque ellos harían lo malo delante del mismo Dios cuando los visitara, Deuteronomio 31:24-29, leyendo especialmente el verso 29.  Por eso no recibieron a Jesús, porque Jesús rompió todos los dogmas de esos días e introdujo la verdadera manera de vivir la vida y comprender el mundo. Jesús introdujo el pacto o alianza que es desde antes de los tiempos de los siglos, para ponerle fin al pacto o alianza de Moisés que ellos decían administrar.

  Pues pasemos ahora, a examinar el ejemplo de la mujer samaritana, para que veamos como Cristo en los días de su carne manejó para ejemplo a nosotros, la esclavitud o dictadura del prejuicio, porque este ejemplo individual llevó la información colectivamente a toda una ciudad que se gozó y le pidió a Jesús, que se quedara unos días con ellos y le enseñara su doctrina.

  Conforme nos relata la biografía de Jesús escrita por Lázaro, que todos creen erróneamente que fue escrita por el  apóstol de la circuncisión Juan, en el capítulo 4, Jesús llegó a una ciudad de Samaria llamada Sicar, dónde se encontró con una mujer de esa comunidad, que por no tener su nombre, llamaremos: mujer samaritana, como indica el verso 7. 

Samaria era una región poblada por una mezcla formada de judíos y otros pueblos de origen gentil. No eran descendientes directos de ninguno de los padres de las doce tribus, por lo que eran considerados por los israelitas como impuros. Esa es la razón de la respuesta de esta mujer a Jesús, que recogen los versos 7 y 9. Los judíos no consideraban a los samaritanos como sus parientes y dado que ellos tenían otro lugar en Samaria para adorar a Dios, lo que significaba una ruptura con los dogmas de la ley de  Moisés, eran insoportables para los judíos. Los samaritanos por su parte,  no consideraban a Jerusalén como centro de adoración a Dios, ese es el por qué de la pregunta de la mujer samaritana a Jesús que recoge el verso 20. La discriminación de los judíos contra los samaritanos era tan grande y tan drástica, que cuando un judío quería ofender a otra persona por su origen, llamaban a la persona: Samaritana. Un ejemplo de esto podemos leerlo en ésta misma biografía en el capítulo 8 versos 47-48 que dicen: 47El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto vosotros no oís, porque de Dios no sois. 48Respondieron los judíos y le dijeron: ¿No bien decimos nosotros que samaritano eres tú y demonios tienes?

Esta mujer, parece ser una mujer rechazada por causa de su comportamiento moral, ella era considerada en su comunidad como una persona inmoral, no grata para las otras mujeres de la comunidad y una persona de la peor calidad, debido a su comportamiento ético ante la sociedad en que vivía. Digo esto, porque a la hora que Jesús llegó a ese lugar específico era como la hora sexta del día, que es equivalente en nuestra forma de hablar modernamente a las doce del medio día. Y digo que la mujer samaritana era rechazada por el resto de su comunidad, porque ir a sacar agua de un pozo a la peor hora del día y sola, era evidencia de que el resto de las mujeres de la comunidad no querían juntarse con ella, ya que la costumbre de aquellos días, era que las mujeres iban en grupo a sacar el agua para ayudarse mutuamente.

Jesús cansado del camino, se acercó a una fuente o pozo de agua, enclavado en una tierra que Jacob le había regalado a su hijo José, por lo que era conocido como; El Pozo de Jacob. Para muchos, sé que lo único que pueden percibir en la historia que a continuación vamos a examinar como ejemplo, es lo sucedido y lo hablado normalmente, porque dentro de esta historia hay escondida una preciosa alegoría, como acostumbraba Jesús a ilustrar sus enseñanzas, ya fuera por parábolas que contaba o por ejemplos vivos en forma alegórica, como es este caso.

Por tanto, llegar cansado del camino en lo natural, implica la condición del hombre natural en el camino de la ley por las obras, con las que de ningún modo podía acercarse a Dios. Llegó al pozo de Jacob, a la fuente de agua estancada todo el tiempo, porque era una fuente de agua que no fluía. Por eso, todos siempre  tenían sed y tenían que ir a sacar agua para saciar su sed, pero con el pobre resultado que siempre quedaban con sed. Por eso Jesús, conforme registra su biografía escrita por Lázaro, llamada por error Juan 7:2 el día de la gran fiesta, la de Los Tabernáculos, les dijo conforme registran los versos 37-38: Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba. 38El que cree en mí como dijo la Escritura, ríos de agua viva del vientre de él fluirán.

A ese pozo, al de Jacob, llegó como era su rutina de vida, la mujer samaritana de nuestra historia con su cántaro vacío. Así le sucedía todos los días, porque su vasija estaba rota, su vasija estaba siempre vacía y requería acercarse al pozo de Jacob, figura de la ley de Moisés, para llenarlo y aliviar su sed. Pero como nada perfeccionó la ley, como muy bien revela el apóstol Pablo en la Carta a los Hebreos 7:19; por eso, esa agua, nunca pudo saciar su sed.

Para despertar la conciencia a la mujer samaritana, Jesús inició un diálogo con ella, pidiéndole que le diera de beber del agua de ese pozo. La mujer samaritana, como sucede en general con las personas que no tienen el entendimiento espiritual despertado, pensaran como la mujer samaritana, que Jesús le estaba pidiendo agua (H2O) de la que iba a sacar del pozo natural, pero Jesús le pidió agua o doctrina, agua o conocimiento, agua o palabra de Dios que llena y satisface, para curar sus muchas heridas.

Se nos dice conforme a la narración, de su conversación con Jesús, que había tenido cinco maridos bajo el conocimiento de la comunidad en la que vivía, quizás era el record para esa época en su comunidad. Desde el punto de vista social y psicológico, esta mujer era una persona desgraciada y por lo visto insatisfecha de su vida sensual, así como sacaba sin saciar su sed agua del pozo, necesitaba placer que le saciara su vida sensual. Tenía la necesidad de cambiar de compañero o marido porque parece que no estaba satisfecha en su vida sexual, en su relación interpersonal con el marido de turno, porque no hacía raíces con ninguno. La historia no dice que era mujer adúltera ni prostituta. El problema de esta mujer a la luz de esta historia, es evidentemente grande, porque ella vivía angustiada interiormente y rechazada exteriormente. Vivía proscrita en su entorno social, pero su esclavitud mayor era su problemática psicológica interior. No había un solo rabino que le ayudara a sobrepasar sus problemas. Le pasaba como al hombre herido en el camino de la parábola, que pasó un sacerdote, lo miró y no le ayudó, y pasó un levita e hizo lo mismo, pero vino un desconocido y tuvo compasión, ver biografía de Jesús según Lucas 10:29-37, cuando enseñaba sobre lo que es el prójimo o próximo a ti.

Pues ese día muy particular y que sería inolvidable para su vida, sucedió algo especial, algo que en su mente jamás imaginaría. Cuando ella llegó al pozo para sacar agua, apareció un hombre en el calor del día, en una hora difícil, un hombre desconocido para ella, un hombre de origen judío el cual se supone la rechazara, y sin embargo, ese hombre cambió la historia de su vida positivamente para siempre. Apareció un hombre que en vez de utilizar el prejuicio, el desprecio, el rechazo y el cuestionamiento de su vida, cosa a lo que ya estaba acostumbrada, la trato con amabilidad, con respeto y la trató por primera vez como una mujer sin que mediara el interés de tomar algo de ella, la trató como un ser humano, como una persona especial. Esa mujer samaritana, por su respuesta a Jesús cuando le pidió que le diera a beber agua, parece que esperaba conscientemente la discriminación y el rechazo de Jesús por ser judío.

Sin embargo, ocurrió todo lo contrario, Jesús le contestó a la mujer samaritana sin ninguna palabra hiriente, con cortesía, comenzó a lavar sus heridas interiores,, para que su apariencia exterior fuera manifiesta. La mujer quedó impresionada y desarmada porque por primera vez ella era testigo del rompimiento del patrón de discriminación social, cultural, racial, religioso, etc. Jesús tuvo con esa sencilla mujer un diálogo profundo no experimentado por el más brillante de los rabinos judíos de esos días. Jesús no sólo rompió la dictadura del prejuicio social, racial y cultural, y religioso, sino que también rompió el prejuicio moral y la liberó se su propio prejuicio psicológico. Jesús la trató como por encima de todas esas pequeñeces que dividen a los hombres naturales, la trató como a un verdadero ser humano, sin importar raza, moral, cultura, condición social, económica, etc. Pero Jesús, nuestro modelo, trató de esa manera a todos los que se acercaron a él, o a los que él se acercó a ellos.

El trato de respeto y cordialidad de Jesús hacia la mujer samaritana fue a tal grado, que hizo con ella lo que nadie jamás había hecho: la elogió, al invitarla a llamar a su marido y regresar, verso 16. En su interior Jesús conocía la historia de esa bendecida, pero la iba guiando poco a poco, como el pastor diestro va sacando lentamente del peligro del despeñadero a la oveja que está rescatando. Por eso, la mujer samaritana fue cambiando su tono de prejuicio a ponerse en armonía en el mismo plano de respeto conque estaba siendo tratada, cuando con franqueza le dijo a Jesús: No tengo marido, verso 17. Jesús, elogió su franqueza y reconoció su honestidad y le comentó: Bien dijiste, marido no tengo; cinco maridos en efecto, tuviste, y ahora el que tienes no es tu marido; esto verdadero has dicho, verso 19. Imagino por la respuesta de la mujer samaritana que recoge el verso 20, que antes de decir esas palabras, pensó: ¿Qué hombre es este, no me ha discriminado racialmente, no me ha rechazado culturalmente, no me ha rechazado socialmente y en medio de este caos de mi vida moral no me condena y es capaz de elogiarme.

Jesús la llevó al lugar correcto en su conciencia, le mostró que vivía insatisfecha, por lo que necesitaba experimentar para buscar un nuevo nivel de placer, vivía vacía por el rechazo de la sociedad en que se desempeñaba, vivía rechazada por causa de su condición moral y sobre todo, buscaba refugio en una religión que nada podía hacer por ella. El agua que esta mujer sacaba del pozo social, del pozo cultural, del pozo racial, del pozo moral, del pozo psicológico interior, y del pozo de la religiosidad, le saciaba aparentemente por un pequeño tiempo, pero tenía necesidad de volver a tratar de llenar su vasija. Pero Jesús le dijo, conforme declara el verso 14 El que empero bebiere del agua que yo le daré, de ningún modo tendrá sed para siempre, sino que el agua que le daré se hará en él una fuente de agua borbotante para vida eterna. la mujer samaritana le pidió a Jesús de esa agua para no tener mas sed y no tener que volver al pozo a sacarla, verso 15.

Así fue mis amados, cuando leemos el final de la historia. la mujer samaritana fue liberada, encontró la fuente de vida interior que es Cristo en nosotros por medio de su doctrina, por medio de su palabra. el agua de Cristo fue suficiente para extasiar a aquella mujer, que fue una persona muy discriminada socialmente y sufrida psicológicamente. Pueden estar seguros amados, que a nadie nunca le importó si ella era feliz, nadie nunca se preocupó del por qué de su comportamiento, nadie se preocupó por ayudarle en su mayor problema, su problema interior. Cuando Jesús la acabó de lavar por el lavamiento de la palabra, como un miembro de su cuerpo, las arrugas de la soledad, la discriminación de vivir aislada de esa sociedad, y los barrotes de la cárcel de la angustia por el rechazo, y de la esclavitud psicológica, fueron todos echados fuera de su vida instantáneamente. Porque lo digo, porque inmediatamente soltó la vasija vacía que traía, figura de la vieja vasija vacía y se fue a la ciudad a aquellos que la rechazaban, que la discriminaban y le habían cerrados las puertas sociales y se mostró como una vasija nueva y llena del agua borbotante para vida eterna que Cristo aun en los días de su carne puso dentro de su vasija.

Su alegría y regocijo, su nueva visión de la vida, la llevó inmediatamente a perder el miedo a lo viejo y a exhibir lo nuevo, fue a compartir el tesoro que acaba de encontrar en su camino, verso 28. Una mujer despreciada, discriminada, rechazada, abusada y presa en sus propios prejuicios, recibió la noticia que no recibieron los príncipes religiosos de Israel, que Jesús se les presentara le mostrara la verdad gloriosa de que Dios es Espíritu y sus hijos de igual manera poseemos la misma naturaleza, por lo que no mas se le serviría por medio de ritos y de un lugar y le dijera Yo Soy el Cristo, como declara la porción de los versos 19 al 26.

Jesús no necesitó hacer ningún milagro visible para restaurar y traer a esa hija de Abraham, bendecida en la obra de Cristo a la reconciliación con su Padre, pero solamente con sus palabras, en ágape y paciencia, le quebró los barrotes de la dictadura del prejuicio, la discriminación y la autodestrucción psicológica. El resultado fue tan fructífero que toda aquella ciudad le pidió a Jesús que se quedara un tiempo con ellos y les enseñara los mismos principios de vida.

Por eso, cierro nuestro ejemplo y nuestro estudio de hoy, con lo escrito en los versos 39 al 42 que dicen lo siguiente: 39De la ciudad aquella muchos creyeron en él de los samaritanos por la palabra de la mujer, que testimoniaba: Me dijo todo lo que hice. 40Como entonces viniesen a él los samaritanos, le rogaron permanecer con ellos; y permaneció allí dos días. 41Y muchos más creyeron por la palabra suya, 42y a la mujer decían: ya no por tu charla creemos; nosotros mismos, en efecto, hemos oído, y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo.

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